Noticia | 5 Mayo 2016

Acerca de la cuenta pública de ODEPA

César Valdés M.
Ing. Agrónomo
Director CONADECUS
Habiendo hecho una  lectura atenta  del  documento  en  título, nos  permitimos  expresar  nuestro  parecer  de  ella,   disculpándonos por la inasistencia a  reunión ad-hoc reciente  por motivos de  fuerza mayor.
Desde luego nos impresiona la cantidad de actividades realizadas, el amplio espectro que   abarcan, acorde a la amplitud de Misión encomendad a Odepa en su creación. Sin embargo,   estamos   obligados   a cotejarlas   con las inquietudes que tenemos como consumidores ajustadas   a los tiempos que vivimos.
Tenemos presente la prioridad de las necesidades de los consumidores respecto del gasto alimentario y de cómo este adquiere una relevancia más marcada a medida que disminuye el   nivel de ingreso: Sólo para el 10% más rico de la población, el gasto alimentario tiene una   relevancia menor;   en cambio, para el 90% de los chilenos   de   ella   el   gasto en alimentos incide fuertemente en su gasto total.
Afinando   un  poco  más,   aún  en  estas   consideraciones   genéricas,    un   grupo   de   productos  concitan   una  cuota   importantísima  del   gasto  de  los   consumidores:   tentativamente   citamos:   pan,   leche,   carnes  blancas,    papas,   huevos,  frutas,   hortalizas   y   pescados.   También es de evidencia   meridiana   que   cada    uno   de estos productos   terminales   tienen   su   origen   en   productos agropecuarios, representando un paquete significativo de la producción   y quehacer de este sector.
Durante varias  décadas, se ha supuesto que el ajuste de estas producciones se regularía   automáticamente en el quehacer del mercado con su mano invisible o ¿negra?. Y esta última   adjetivación no es burlesca: En el caso de los pollos nos quedan ciertas dudas respecto del maíz; similarmente no nos cuadran ciertas relaciones de precio entre la materia prima que lo origina y el producto final al consumidor: el ya citado caso de pollos y maíz, tal vez agregar ídem y carne de cerdo, leche al productor y al consumidor, trigo y pan, etc.
Esta preocupación más allá de invocar el aspecto de justicia, tiene una arista técnico-económica,   por los efectos sustitución e ingreso al pagar un sobreprecio en los productos finales;   adicionalmente entonces, estas distorsiones apuntan a explicar parte de la desigualdad, aduciendo el problema de ella a una mera expresión de la “envidia”.
A estas consideraciones que nosotros estimamos meridianamente objetivas, tenemos que   agregar otras que se han gestado desde muchos años y que se va perfilando como un verdadero tsunami. El tremendo problema de salud que ya está en manifestación: Los   niveles   de   obesidad   en nuestra población están entre los más altos del mundo, debido a malos hábitos de   alimentación y de vida. Ambos se sinérgizan terminan generando enfermedades crónicas de   tratamiento difícil y caro (cánceres, diabetes). Nuestras deficiencias alimentarias se concentran, especialmente, en la baja ingesta de frutas y verduras, mariscos y pescados.
A nadie escapa que las estrategias alimentarias no son antojadizas y responden a disponibilidades objetivas de ingreso: En la dictadura, parecía irracional cocinar preferentemente fideos frente a   legumbres; la clave estaba en el tiempo de cocimiento, que hacía más barato “parar la olla” con   un plato de pasta. Ni qué decir de llenar la guata con un “calugón Pelayo” = pelota de grasa, azúcar   y sal, perfectamente funcional a un medio fuertemente represivo, un desempleo superior al 25%,     más el PEM y el POJH. Un antecedente directo de la comida chatarra.
Ahora, en el polo de producción, asociamos la producción de frutas y verduras a la pequeña    agricultura, aquella desarrollada preferentemente por campesinos; y que también podrían hacer muchos trabajadores del campo, si dispusieran de tierra y elementos de trabajo.
A estos antecedentes que estimamos objetivos, cabe agregar un factor de subjetividad que   estimamos de capital importancia. Después de décadas, diferentes situaciones que han quedado   en la más flagrante y escandalosa evidencia, indican un hastío con el abuso que muy difícilmente puede dar marcha atrás. Desde las farmacias al papel confort, con innumerables personajes que   se veían como intocables ahora y ahora ven lesionado su prestigio.
Esto da nuevos aires y también plantea nuevas exigencias de enfrentar problemas complejos, en   el sentido de depender de muchas variables, que en definitiva tendrá que enfrentar la sociedad   como un todo. En este TODO obviamente está incluido el Estado. Disponer y usar un 25% del PIB lo exige. Aunque sea ingrato, queremos traer a estos alcances otra importante repartición: el    MINSAL, que también está reaccionando este problema entre hábito alimentario y salud con un enfoque tremendamente interesante.
De ello rescatamos aquí la disposición de medidas múltiples, intrínsecamente coherentes para llevar adelante esa magna tarea. Estamos conscientes del enorme trabajo desplegado por uds, la   tremenda capacidad y empeño profesional de sus funcionarios, el que hayan tocado muchas de nuestras inquietudes. Pero nos queda la inquietud de si se podrán reordenar mejor las piezas en función de objetivos más nítidos por la urgencia y magnitud de los desafíos ineludibles a   enfrentar.

Publicado por
Javier Piedra Fierro

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