En los últimos años se ha manifestado una tendencia mundial al alza en los precios de los alimentos, de lo cual Chile no es ajeno. Este hecho tiene una implicancia significativa en la calidad de vida de los estratos de menores ingresos. En este escenario, en el taller de Chile 21 de este viernes 19 de junio, el Ingeniero Agrónomo y Economista Agrario, Guillermo Toro, avanzó respuestas a dos preguntas centrales:
¿Cuánto influye el alza del precio de los alimentos en los estratos de menores ingresos?
¿Hacia dónde debe apuntar una política pública que sea capaz de afrontar la problemática de los alimentos?
En primer lugar, es necesario ubicar adecuadamente el problema de la alimentación en Chile. Por ejemplo, el Objetivo del Milenio de reducir el porcentaje de niños con desnutrición a un0,5% en 2015, fue largamente cumplido. Según consta en el Segundo Informe del Gobierno de Chile, ya en 2003 el porcentaje
fue de un 0,3%. Así, también, el objetivo de reducir a un 4,0% el porcentaje de población por debajo del nivel mínimo de consumo de energía alimentaria, fue cumplido el mismo 2003. No obstante, en cuanto a reducir el índice de obesidad a un
6,0%, Chile no lo ha logrado. Según el Informe del 2013 de la OECD sobre el Panorama de Salud en Chile, el 25,1% de la población adulta del país padece de obesidad. Entre las causas de la obesidad se encuentran principalmente la malnutrición y los comportamientos sedentarios. El mayor desafío actualmente en Chile parece ser mejorar la calidad de la alimentación de su población.
¿Cuánto influye el alza del precio de los alimentos en los estratos de menores ingresos?
¿Hacia dónde debe apuntar una política pública que sea capaz de afrontar la problemática de los alimentos?
En primer lugar, es necesario ubicar adecuadamente el problema de la alimentación en Chile. Por ejemplo, el Objetivo del Milenio de reducir el porcentaje de niños con desnutrición a un0,5% en 2015, fue largamente cumplido. Según consta en el Segundo Informe del Gobierno de Chile, ya en 2003 el porcentaje
fue de un 0,3%. Así, también, el objetivo de reducir a un 4,0% el porcentaje de población por debajo del nivel mínimo de consumo de energía alimentaria, fue cumplido el mismo 2003. No obstante, en cuanto a reducir el índice de obesidad a un
6,0%, Chile no lo ha logrado. Según el Informe del 2013 de la OECD sobre el Panorama de Salud en Chile, el 25,1% de la población adulta del país padece de obesidad. Entre las causas de la obesidad se encuentran principalmente la malnutrición y los comportamientos sedentarios. El mayor desafío actualmente en Chile parece ser mejorar la calidad de la alimentación de su población.
Los productos agrícolas y pecuarios, según el INE, han registrado un incremento entre
2009 y 2013 por encima, incluso, del Índice de Precios al Consumidor (127% y 112%, respectivamente). Esto representa un problema para los hogares de menores ingresos en el país. Según Toro, el 37,4% de los ingresos de los hogares del primer quintil (y 31,4% en el segundo quintil) se destina a alimentación. En
consecuencia, las familias se ven obligadas a maximizar la cantidad de alimentos en detrimento de su calidad, ya que los productos de menor precio, en su mayoría, son de menor calidad nutritiva y mayor impacto sobre la obesidad y las secuelas sobre la salud (hipertensión, diabetes e infartos).
De lo anterior se desprende que es necesaria una política pública que busque afrontar los desafíos actuales de Chile en materia de alimentación y sana nutrición. Esta, debe estar orientada a democratizar el acceso a alimentos de óptima calidad a toda la población. Esta política debe asentarse en dos pilares: el primero, consiste en el fomento a la producción y comercialización en el circuito doméstico; y, el segundo, tiene relación con fortalecer la educación sobre alimentación sana.
En esta línea, se debe avanzar en una política intersectorial que aúne criterios entre los distintos organismos públicos que están involucrados en la regulación y los actores que participan en la producción de alimentos en el país. Asimismo, es necesario equilibrar las políticas de fomento de las exportaciones de alimentos y las de producción de alimentos para consumo interno. Esto implica mayor compromiso gubernamental con los pequeños productores, como explicitó Guillermo Toro. A su vez, es menester tener claridad de cuál es el costo de una dieta sana, lo que debe estar en la base de una política pública que se haga cargo del tema.
Otro aspecto útil para reducir los costos de la alimentación sana es el fomento de las ferias, como señaló en el taller de Chile 21, Juan Carlos Arriagada, Director Ejecutivo del Observatorio del Mercado Alimentario: “hace 40 años existían aproximadamente las mismas ferias que hoy. En cambio, el retail ha aumentado exponencialmente su presencia en el país” y, con ello, el incremento de los precios de la oferta de alimentos y de comida “chatarra”.
Al mismo tiempo, es de suma importancia fortalecer la educación en nutrición y vida saludable desde una perspectiva multidisciplinaria, de forma que la población esté cada vez más consciente de la importancia de la alimentación y sus impactos en la calidad de vida.
Finalmente, al ser una problemática que necesita ser abordada desde lo público, se debe aumentar el debate en torno a ésta, a fin que se incluya en la agenda pública y se generen los imprescindibles cambios en la legislación sobre alimentos para reducir los impactos nocivos en la salud de la población.
Fuente: @revistaprimerap
consecuencia, las familias se ven obligadas a maximizar la cantidad de alimentos en detrimento de su calidad, ya que los productos de menor precio, en su mayoría, son de menor calidad nutritiva y mayor impacto sobre la obesidad y las secuelas sobre la salud (hipertensión, diabetes e infartos).
De lo anterior se desprende que es necesaria una política pública que busque afrontar los desafíos actuales de Chile en materia de alimentación y sana nutrición. Esta, debe estar orientada a democratizar el acceso a alimentos de óptima calidad a toda la población. Esta política debe asentarse en dos pilares: el primero, consiste en el fomento a la producción y comercialización en el circuito doméstico; y, el segundo, tiene relación con fortalecer la educación sobre alimentación sana.
En esta línea, se debe avanzar en una política intersectorial que aúne criterios entre los distintos organismos públicos que están involucrados en la regulación y los actores que participan en la producción de alimentos en el país. Asimismo, es necesario equilibrar las políticas de fomento de las exportaciones de alimentos y las de producción de alimentos para consumo interno. Esto implica mayor compromiso gubernamental con los pequeños productores, como explicitó Guillermo Toro. A su vez, es menester tener claridad de cuál es el costo de una dieta sana, lo que debe estar en la base de una política pública que se haga cargo del tema.
Otro aspecto útil para reducir los costos de la alimentación sana es el fomento de las ferias, como señaló en el taller de Chile 21, Juan Carlos Arriagada, Director Ejecutivo del Observatorio del Mercado Alimentario: “hace 40 años existían aproximadamente las mismas ferias que hoy. En cambio, el retail ha aumentado exponencialmente su presencia en el país” y, con ello, el incremento de los precios de la oferta de alimentos y de comida “chatarra”.
Al mismo tiempo, es de suma importancia fortalecer la educación en nutrición y vida saludable desde una perspectiva multidisciplinaria, de forma que la población esté cada vez más consciente de la importancia de la alimentación y sus impactos en la calidad de vida.
Finalmente, al ser una problemática que necesita ser abordada desde lo público, se debe aumentar el debate en torno a ésta, a fin que se incluya en la agenda pública y se generen los imprescindibles cambios en la legislación sobre alimentos para reducir los impactos nocivos en la salud de la población.
Fuente: @revistaprimerap