La amarga verdad se destapó en septiembre pasado. Fue cuando la revista JAMA Internal Medicine denunció que la industria del azúcar pagó en los años 60 a tres distinguidos científicos de Harvard para que publicaran evidencia en su favor y, de paso, culparan a las grasas de los problemas cardíacos que iban en aumento en EE.UU.
“Ellos fueron capaces de arruinar la discusión sobre el azúcar por décadas”, dijo en esa oportunidad el doctor Stanton Glantz, de la Universidad de California y autor del informe.
Si bien esta estrategia les permitió seguir aumentando las ventas de productos azucarados, también desató una epidemia de enfermedades: obesidad, resistencia a la insulina, diabetes e hígado graso.
En este negativo panorama, Chile se destaca por ser uno de los países líderes en consumo de azúcar. El año pasado, la empresa de investigación de mercado Euromonitor International ubicó al país como el segundo consumidor entre 54 naciones, solo después de Polonia.
Según este ranking , los chilenos consumen en promedio 142,7 gramos de azúcar per cápita diariamente, casi el triple del límite máximo de 50 gramos que aconseja la OMS como “recomendación firme”. Límite que podría reducirse en el futuro ( ver recuadro ) .
Disminuir este consumo en el país es todo un desafío, ya que el azúcar se encuentra en una serie de productos que gozan del favor de los chilenos, como las bebidas azucaradas, los snacks , el ketchup o, incluso, los cereales para el desayuno, que se demostró podían contener hasta la mitad de su peso en azúcar.
Estatus social
“Las encuestas, tanto nacionales como internacionales, muestran a Chile como uno de los mayores consumidores de azúcar del mundo”, dice la doctora Lorena Rodríguez, jefa del Departamento de Alimentos y Nutrición del Ministerio de Salud.
La especialista reconoce que las conductas alimentarias son difíciles de analizar. “En ellas inciden con fuerza la publicidad, así como el estatus social de tener una bebida o un alimento procesado en la mesa”, explica. Pero también las personas imitan los consumos de ciertas figuras destacadas, que están presentes en el márketing de estos productos.
“También tenemos el aumento de las porciones. En las bebidas se partió con 210 cc y hoy vamos en cerca de 500 cc”, advierte la doctora Verónica Irribarra, nutrióloga del Departamento de Nutrición y Diabetes de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica. “Son alimentos densos en calorías, pero pobres en nutrientes importantes, como proteínas y vitaminas”.
Además, hay otro factor como es el jarabe de fructosa, con mayor potencia endulzante y más barato. “Este producto es extensamente utilizado en una serie de productos de pastelería, mermeladas e incluso en productos light, pero se asocia a un mayor riesgo cardiovascular que el azúcar”, dice Soledad Reyes, directora de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Por otro lado, “los productos sin azúcar están desigualmente disponibles”, dice Reyes. Según explica, en las comunas periféricas hay menos variedad de bebidas light y su costo es mayor que las azucaradas, que se venden en packs de tres botellas de dos litros cada una.
Pero incluso las bebidas light están cuestionadas. Existe el impulso hedónico de comer debido a ciertos receptores que hay en el cerebro. Y cuando se come o bebe algo endulzado, sea con azúcar o con edulcorante, se aumenta la apetencia de querer comer más cosas dulces.
“Con la ley de etiquetado, que las empresas están cumpliendo, queremos cambiar el entorno alimentario, para que la persona decida sin tantos estímulos para adquirir estos productos”, dice la doctora Rodríguez. Asimismo, se busca terminar con las promociones y ventas en colegios, así como con la publicidad dirigida a los niños.
Otra medida relevante es “ofrecer alimentos frescos en las colaciones escolares, como frutas y vegetales”, dice la doctora Irribarra. Todo esto, sin olvidar la actividad física y la educación en alimentación saludable.
Fuente: EyN