Nuestra cultura de consumo está cambiando, cada vez somos más conscientes de lo que compramos todos los días, desde la sostenibilidad hasta el discurso de las marcas.
El consumo también puede hacer contribuciones a la igualdad de género, en que los usuarios utilicen productos cuyas marcas respeten los derechos de las mujeres.
Es complejo para un consumidor saber qué hay detrás de un producto que encontramos en los distribuidores, su impacto económico, medioambiental y social.
Para ello se recomienda a los usuarios investigar sus marcas preferidas, contrastar las experiencias en distintos países y priorizar su criterio al momento de tomar decisiones de consumo en base a evidencia en las experiencias de compra.
Un ejemplo estadístico sobre la manufactura de los productos que compramos todos los días y su cadena de elaboración es que cada 10 hombres con empleo son solo 6 mujeres con puestos en la fuerza laboral.
De igual manera, en un nivel global, en la fuerza laboral las mujeres obtienen ingresos un 23% más bajo que los hombres.
Situación que se agrava aún más las zonas de medio oriente y en el continente asiático, situación en que las cifras de desempleo son graves, debido a que la tasa de desocupación femenina duplica a la masculina.
Preferir productos que impulsan la inclusión de la mujer en la fuerza laboral es una medida positiva que pueden tomar los consumidores al momento de elegir qué comprar.
Asimismo, la industria de hoy en día en Chile tiene un lado más complejo, la diferencia en productos diseñados para mujeres que son idénticos a otros diseñados para hombres es evidente.
A este fenómeno del mercado se denomina “Impuesto Rosa”, que se aplica a los productos son destinados a mujeres, en especial cuando son funcionalmente idénticos a sus equivalentes destinados a los hombres.
El concepto de “impuesto rosa” se inicia en la década de 1990 en California, Estados Unidos, bajo el nombre de “impuesto a la mujer”.
Este sobreprecio sería un fenómeno común en distintos países, como consecuencia de la estrecha vinculación y la estereotipación de la mujer y el hogar, entre la mujer y lo doméstico, lo que explicaría su mayor peso en las decisiones de consumo.
De esta manera, el ser más activas las mujeres en el mercado las convierte en un target perfecto para dedicar el marketing y las estrategias de consumo.
El peso de la situación laboral de la mujer y su nivel de educación que, en el transcurso de la vida de una mujer, el impactaría financieramente estas disparidades de precios de forma significativa, sobre todo en aquellos productos que más allá del color, que son destinados solo a mujeres, como por ejemplo productos cuya función corresponde al periodo de menstruación.
De esta manera, es posible diferenciar dos fenómenos distintos, uno correspondiente al sobreprecio entre productos de similares características, pero que cambian su aspecto por un tema de marketing y se destinan a mujeres, por su color rosado.
El segundo respecto a aquellos productos que son destinados solo a mujeres y que presentan precios que se tornan de difícil alcance para los bolsillos de mujeres más vulnerables.
Finalmente, en términos de marketing, existen prácticas comerciales cuya publicidad está destinada a mujeres que son jefas de hogar, es decir, hogares en que las decisiones comerciales de una unidad familiar recaen en las mujeres de dichas familias, configurando estereotipos que atentan contra los nuevos valores asociados al feminismo y a la liberación de la rígida imposición que tiene la mujer en la sociedad chilena de ayer y hoy.