Por Rolando Chateauneuf, Ex Director de Conadecus.
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Los usuarios organizados y las organizaciones de Naciones Unidas debieran rechazar estos procedimientos.
En días recientes ha hecho crisis esta autorización que tendría base legal en Chile, derivada de compromisos internacionales. Aparece como explicación que se ha autorizada esta mala práctica para favorecer a las líneas aéreas que enfrentaban una difícil situación económica y financiera. A la sobreventa se le podría considerar un delito amparado por la ley, todo para favorecer a un sistema empresarial capitalista.
No es fácil justificar esa razón. Podría pensarse que es para asegurar que los vuelos sean con ocupación plena de sus asientos; no parece clara esa justificación ya que si están todos los asientos vendidos, está segura la totalidad del ingreso pecuniarios potencial del vuelo. Me pareció criticable que nada menos que el ministro de Economía chileno manifestara que esta situación era consecuencia del éxito de la economía chilena que permitía que muchas personas nacionales tuvieran la posibilidad de viajar en avión.El daño al pasajero puede ser grave, incluso llegar a comprometer su salud, especialmente de personas mayores tensas. La incertidumbre de embarcar genera preocupación y angustias y el rechazo final, efectos que pueden ser más delicados. Estas situaciones originan justificadas reacciones de violencia en los afectados, que tienden a dirigirse hasta agresivamente en contra de empleados que no tienen mayor responsabilidad en ello. Tuvimos la experiencia reciente en que tuvo que actuar la policía.
El temor que genera la sobreventa fuerza a llegar al aeropuerto con más anterioridad que la normal, lo que significa mayor pérdida de tiempo unido a experimentar una más larga angustia por el temor a no poder embarcar, hasta que no tenga la demorada confirmación de embarque en la mesa de atención.
Esta sobreventa también contribuye a agravar la congestión; además se demora más de lo normal la atención de cada pasajero al entrar en la atención a una oferta o a una negociación que persigue convencer al viajante a postergar su salida.
Extraña que los organismos internacionales, algunos muy preocupados de los derechos humanos, no reaccionen contra estas autorizaciones de sobreventas.
En el pasado uno recuerda que al comprar el pasaje quedaba registrado su asiento, número que se conocía para las otras conexiones, tanto para la ida como para el regreso. En viajes largos, una buena ubicación es muy importante. Para una pareja o para el viaje con hijos, estar juntos y en asientos cercanos a los pasillos es algo deseado; también podía ser el acceso a ventanilla.
Días atrás se produjo una grave crisis en el aeropuerto de Santiago de Chile, conocido habitualmente como Pudahuel. La sobreventa parece que fue de alto exceso, lo que motivó que algunos pasajeros contra su voluntad perdieron los vuelos, con los consiguientes trastornos y los malestares que se generan, que pueden afectar incluso la salud del pasajero. Se habrían cerrado vuelos mientras pasajeros estaban en la cola por embarcar. La sobreventa hace que más personas concurran al aeropuerto y que la atención, como ya se ha analizado, sea más lenta.
He tenido la experiencia de vuelos con sobreventa; cuando a uno ha tenido conocimiento de ello se produce una tensión, una angustia, que perdura hasta llegar a la mesa de atención y se le confirma su embarque. Ahí se le hacen ofertas para que no vuele, que incluso al parecer se puede hasta negociar la aceptación con indemnizaciones de distinta naturaleza. Si a las ofertas no se les acepta, a los últimos se les fuerza a no embarcar.
Queda la duda de un proceso muy imperfecto de rechazo; proceso poco trasparente y que puede llegar a ser discrecional de personal subalterno; cabe preguntarse, quién puede fiscalizar un correcto procedimiento. Sin duda es una situación inquietante y hasta vergonzosa.
En una oportunidad la sobreventa me significó que nuestros números de asientos asignados estaban ocupados, eso nos dio el privilegio de viajar como grandes señores en Primera Clase.
Antiguamente existía la llamada lista de espera. Era un mejor procedimiento. Se le aseguraba un vuelo posterior al deseado y para el pretendido, se le dejaba en lista de espera; habitualmente al cierre del vuelo quedaban algunas disponibilidades que eran destinadas a los que estaban en el listado de espera.
Recuerdo en un viaje hace muchos años atrás a Europa, que el regreso estaba en condición de espera; desde los distintos países que visitábamos hacíamos la consulta; cuando ya se nos confirmó, quedábamos tranquilos. Es bien distinto saber que uno está condicional a un embarque que saber que estando confirmado se corre el riesgo de no embarcar.