Opinión | 28 Diciembre 2020

“2020: La máquina del tiempo” por Andrés Rebolledo

Andrés Rebolledo S. Decano Fac. Administración y Negocios USEK, exministro de Energía, carta publicada en Reporte Sostenible

Este año 2020 ha sido vertiginoso. Las transformaciones tecnológicas y los cambios en la sociedad que se asomaban o se encontraban en sus primeras fases, se precipitaron y nos adelantaron el futuro.

El mundo post vacuna será un híbrido. Lo digital convivirá definitivamente con lo análogo, el mercado del trabajo, la educación, el comercio, la energía, ya no serán los mismos. Sin embargo, mientras nace definitivamente este nuevo orden, habrá dolores, ajustes y una transición que se debe conducir adecuadamente.

El impacto de la vida humana sobre el Planeta ha develado, con mayor dramatismo, la urgencia de reforzar nuestra acción para mitigar los efectos del cambio del climático. Hubo momentos en que casi 2/3 de la población estuvo confinada o muy restringida su libertad de movimiento, algunos de esos días las emisiones de GEI bajaron respecto de un período de normalidad, sin embargo, en todos los meses que han transcurrido con pandemia en el mundo, las emisiones incluso han aumentado.

Es decir, aunque la actividad económica y el comercio mundial sufrirán una caída de dos dígitos, esto no ha significado una baja de emisiones, sino todo lo contrario. El sector energético sigue siendo la clave en esta lucha, pues casi 2/3 de las emisiones aun provienen, tanto de la generación eléctrica como del transporte en el que prevalecen las fuentes fósiles.

Así, la economía mundial post pandemia, enfrenta un doble desafío: recuperar la senda de crecimiento y asegurar un desarrollo sustentable. El mundo hace ya algún tiempo experimenta una transformación energética que debiera profundizarse en los próximos años.

Durante este período de cambio, el sector energético debe garantizar seguridad y competitividad; las energías renovables no convencionales juegan un rol central en el recambio de fuentes de suministro que deben ser complementadas con energéticos de menor impacto en el medio ambiente y en los territorios; con nuevos desarrollos tecnológicos que habiliten la disponibilidad de energías limpias 24 horas al día; y el almacenamiento de energías en fuentes fijas o móviles en el sector eléctrico.

Esta transición es responsabilidad de las empresas, de sus decisiones de inversión e innovación tecnológica, así como de los gobiernos que deben desarrollar marcos regulatorios pertinentes para expandir el sector. En Chile, la penetración de las ERNC variables va en aumento acelerado, lo que impone una urgencia al gobierno y entes reguladores en cuanto a la implementación de un marco legal que provea las señales adecuadas para diseñar, promover, financiar, construir y operar las inversiones en almacenamiento.

La pandemia ha acelerado estos desafíos. En Chile ya no discutimos acerca de la descarbonización del parque de generación eléctrica, el debate es si el carbón debe salir de nuestra matriz el año 2025 o el 2040. Cualquiera sea el escenario de llegada, no hay duda que es perfectamente posible adelantar el plazo inicial acordado.  Adelantarlo requiere tomar en consideración los efectos económicos, de seguridad e incluso ambientales, para lo cual, los elementos de transición, entre ellos el almacenamiento, son una pieza esencial.

Es decir, almacenar energía es fundamental para un modelo energético más sustentable, competitivo y seguro, no solo porque es un complemento y habilita una mayor penetración de fuentes limpias y variables, sino además porque son inversiones que permiten prescindir y planificar más adecuadamente el desarrollo de infraestructura de alto impacto y consecuencias socioambientales en los territorios y comunidades en que se emplazan.

Igualmente, para descarbonizar el transporte se requiere un impulso decidido de la electromovilidad. Chile ha dado pasos relevantes en esta dirección, y hoy los vehículos eléctricos en nuestro país suponen más de 250 MW que circulan en baterías de litio que en los próximos años se convertirán en una de las principales fuentes de almacenamiento. Esto conlleva la necesidad de adecuaciones normativas y tecnológicas de las cuales el país se debe hacer cargo.

Muchos desafíos emergen con esta nueva realidad: la digitilización de las redes, la creación de infraestructura de carga, el desarrollo de nuevos negocios, el impacto en la industria del litio, el desarrollo del hidrógeno verde, etc.

El país ha avanzado, 2020 nos deja tareas ineludibles para el sector, por lo que hay que persistir en la innovación tecnológica y regulatoria. Es urgente avanzar en la implementación de nuevas regulaciones en ámbitos como la eficiencia energética, distribución eléctrica, remuneración del almacenamiento, y desarrollar, definitivamente, una ley marco de fomento a la electromovilidad.

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