Cuando hablamos de la historia mundial, de las guerras, conquistas e invasiones, tendemos a pasar por alto la crueldad. No solo de la inherente a la guerra misma, sino de la que ha inspirado, hasta el refinamiento, a los dueños del poder. Desde el uso de la crucifixión como método de castigo y la muerte por lapidación a las mujeres desobedientes. Viniendo más cerca, los maltratos de los colonialistas y esclavistas a sus dominados. Olvidamos también las cacerías de los ingleses en África, cuando ponían niños a correr reemplazando a un animal para que sus caballos siguieran, como lo recuerda la película Perro Mundo. Muchos ignorábamos lo que nos cuenta Vargas Llosa en El Sueño del Celta: los españoles, para obligar a trabajar a los indígenas en sus tierras usurpadas, crucificaban a algunos como ejemplo con los testículos cortados y sangrantes.
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