Por María Eliana Díaz S. Directoria y Socia de Conadecus
La salud en Chile es un producto caro, que se transa en un mercado cerrado y en el que los actores han ido aprendiendo cuál es su espacio en la medida del propio bienestar. ¿Y, por qué no? Vemos una carrera larguísima, de muchos años y muy cara, con alto costo personal, que involucra a nuestros mejores cerebros o a los que han tenido las oportunidades de entrar a las comunidades en que se encierran las academias, universidades, centros médicos, clínicas, hospitales y tantos otros.
Un poder que implica recibir la confianza de los que nos rodean, tanto pacientes como equipos de salud. Donde las responsabilidades están bien delimitadas: no puedo prescribir si su médico no me autoriza. Espere un poco, a que llegue el doctor, el plan de Isapre que tienes no cubre este tipo de procedimientos, etc.
Aunque hoy y cada vez más, vemos a nuevos profesionales y técnicos que se involucran en mejorar este panorama y que, a pesar de todo, siguen manteniendo la calidad humana antes que la del bolsillo.
Pero hay otro poder, aquel que ayuda a mejorar y, en el mejor de los casos, sanar. Es uno importante en la comunidad y es ese profesional que conoce lo que se puede lograr con los elementos de la naturaleza, esos que permiten una mejor calidad de vida: los “remedios”, tratamientos, recetas y medicamentos, son los que relacionan el ambiente con el bienestar de nuestro cuerpo y de nuestra mente.
Así como somos polvo de estrellas, en cada uno de nosotros está el conocimiento, el que ha recorrido el ser humano por generaciones.
Hoy, que somos tantos millones de estos seres, somos una red infinita de conocimiento y así es cómo se va demostrando cada día con mayor rapidez, pero esto no hace madurar a nuestro cerebro, el acomodo de nuestra biología no es automático, adaptarnos a los cambios es crecer como seres humanos y utilizarlo de una forma correcta y sana es otro desafío para nuestra salud.
Y, por cierto, lo que hoy hemos logrado será revisado y cambiado por algo mejor, una vez que hayamos luchado contra nuestro orgullo, cuando el mundo que vemos hoy cambie.
Debemos hablar de la enfermedad y también de la muerte, ambos son parte de nuestro bienestar y todos seguimos por este mismo camino. Y en ese cuidado diario, en ese remedio que tomas y en esa hora que pides al médico, está es una buena parte de seguridad y de cariño que necesitamos.
Sin embargo, hoy día todo está líquido. El sistema te exige acomodarte a él. No sabes si el dinero que tienes será suficiente, elegir tu previsión de estar en Isapre o en Fonasa, contratar sólo los seguros o quizás no pertenecer a nada. Enfrentar la angustia de tener o no esa red de apoyo ante cualquier eventualidad, de esas en las que tendremos que acudir a un hospital, consultorio o clínica.
¿Y los remedios?, Igualmente será un misterio hasta que suceda, si estarán en el lugar que el sistema te tiene asignado, o si tendrás que encontrarlos en el mercado disponible, no en el libre mercado, sino que donde puedas encontrarlos.
En eso estamos, en donde casi todo depende del mercado, inclusive nuestra salud y nuestras vidas.