Por Rodrigo Lobos, Periodista, socio de Conadecus.
En momentos que la crisis sanitaria se agudiza y la pandemia no da tregua, nuestra red de salud público/privada está al borde del colapso y aunque somos testigos del traslado de pacientes “menos grave” a regiones para dar un respiro al sistema, lo cierto es que la jugada es cosmética y no admite errores.
El drama de la “última cama” ya es una realidad, los servicios de urgencia no dan abasto y las ambulancias deben esperar largas horas con pacientes graves para ser ingresados. Los equipos médicos enfrentan la dura tarea de decidir que paciente califica, vale decir, que enfermo es prioridad para ser conectado a ventilación mecánica.
En Chile muere una persona por Covid-19 cada treinta minutos -mil ciento trece fallecidos la fecha- y la radiografía país es poco alentadora: una red de salud saturada a su máxima capacidad, casi cinco mil contagios diarios, ciento cinco mil ciento cincuenta y nueve contagiados y más de cincuenta muertes por día.
Un panorama nada alentador si consideramos que las cifras representan una fotografía desfasada del duro momento que enfrentamos. Si extrapolamos las cifras, podemos proyectar que al menos existen cuatrocientos mil contagios no detectados, la mayoría de ellos asintomáticos que van propagando el virus sin saberlo.
Saltan a la memoria conceptos como: “nueva normalidad”, “retorno seguro”, “meseta controlada”, “cuarentenas selectivas”, “la necesidad de rescatar la economía” y un largo etcétera. Dicha dinámica nos tiene contra las cuerdas; zafando casi de milagro de caer a la lona por un duro knock out. Algo totalmente predecible si consideramos que durante meses fuimos espectadores de la cruda experiencia sanitaria mundial. Una vez más el presidente alude al enemigo poderoso y llama a la unidad para derrotarlo, un discurso recurrente desde el Estallido Social. La pregunta de rigor es ¿qué salió mal? ¿De qué sirvió la cruda experiencia mundial y las reuniones que anticipadamente, definían las medidas de gobierno para enfrentar la crisis? ¿En qué falló el plan de “administración de la pandemia”, la “estrategia de contención” y las “cuarentenas selectivas”? ¿A caso no se tuvo en cuenta criterios básicos técnico sanitarios? Ahora resulta fácil y antojadizo reconocer que nadie estaba preparado para enfrentar la pandemia o en palabras del Ministro Mañalich, reconocer que fue “seducido por fórmulas epidemiológicas que hoy se desmoronan cual castillo de naipes”.
Mentira señores, una burda y cruel mentira: La única certeza respecto de la pandemia, confirmada científicamente, es que la propagación de los contagios se produce de persona a persona. ¿No bastaba entonces con cerrar las fronteras del país y forzar a realizar una cuarentena obligatoria a quienes retornaban de vacaciones? Dicho esto, y sin afán conspiracionista, podemos inferir que la opción de gobierno fue abrir las puertas de Chile al Coronavirus, ¿quién podría culparlos ante una amenaza que derivó en pandemia mundial? ¿Será que el fin justifica los medios? Quizás el guión de gobierno esconde un artilugio para evitar la caída, al menos con la llegada del coronavirus se terminó con el “estallido social”, un respiro que siete meses de brutal represión por parte del Estado no lograron frenar. ¿Será que el gobierno guarda otro As bajo la manga? La historia de Chile no resiste más muertes relegadas al olvido, mucho menos decesos que pudieron evitarse.
Cómo olvidar el “Pacto Social” firmado entra gallos y medianoche por los honorables; el “plebiscito” por una nueva constitución y las “concesiones” que la derecha política estaba dispuesta a transar con tal de terminar con la barbarie social: quinientos mil pesos de sueldo mínimo, paridad de género, cupos garantizados en el Congreso para las minorías étnicas, voto obligatorio, entre otras cosas, quedaron en nada. Quién sabe si el presidente, en su peculiar estilo, cuenta con otro salvavidas, o algún “chivo expiatorio”, o “Súper Ministro” dispuesto al sacrificio y presto a tirar la toalla desde la esquina oficialista para evitar el descalabro total.
Lo cierto es que ya no hay margen para errores, mucho menos para especular con soluciones improvisadas. Por eso las ayudas anunciadas con “bombos y platillos” debían ser sólidas o al menos inmediatas, situación que no ocurrió. De ahí que el “quédate en casa” y “respetar la cuarentena” se desvanecían en un discurso ambiguo, carente de empatía y poco apegado a la realidad de miles de hogares en los cuales lo que ganaste ayer, es el pan de hoy.
Cuan fácil resulta llamar a cumplir la cuarentena desde la comodidad y el resguardo financiero, en la otra cara de la moneda, una gran mayoría que debe romper el confinamiento para llevar un plato de comida a casa. Por un lado un gobierno que no escucha verdades y traspasa la responsabilidad del momento a los ciudadanos, y por otro, le dualidad de acatar la cuarentena o morir de hambre.
Una vez más la melodía orquestada por el gobierno condiciona soluciones reales y las supedita a vocerías cuya finalidad se acercan más a un lavado de imagen que a soluciones concretas a los problemas que genera un confinamiento sin recursos.
La encrucijada nos tiene contra la espada y la pared, la batalla contra la pandemia se perderá si no logramos frenar los contagios. En las calles, el virus y la posibilidad real de enfermar; dentro de casa: hambre, desesperación y angustia de ver a tus hijos y no tener que darles; sin trabajo, sin dinero, sin comida.
En este contexto cae mal la proyección de la palabra HAMBRE en la torre del edificio telefónica y sin duda generó más de un disgusto en la Moneda. Nuevamente los culpables son los mismos de siempre, “la gente no entiende” dicen políticos poco conocidos pero con apellidos nada nuevos. Lo propio hacen dueñas de casa que critican la desobediencia social, mientras les llega a la puerta de casa la compra que hizo on-line y que pagó con su tarjeta de crédito.
Nuevamente quedan al descubierto desigualdades consagradas en la constitución y que se arrastran desde la dictadura. Surgen las campañas sanitarias, “sin licitaciones” y con facturas de cuatrocientos millones de pesos, en los que te llaman a lavar las manos con frecuencia y jabonarse al menos treinta segundos, los mismos que en imagen mostraban el grifo con el agua corriendo. ¿Sabrán estos genios publicitarios de gobierno que enfrentamos una sequía extrema agudizada por el “saqueo” de aguas con fines agrícolas? ¿Cómo aplicamos la campaña “lávate las manos” en la provincia de Petorca? Una cruel bofetada para miles de compatriotas que deben hacer sus necesidades básicas en bolsa porque el agua está secuestrada por las grandes productoras de palto en la región.
El presidente hace anuncios y son los ministros de gobierno los que deben salir a explicar la fórmula y su implementación. Lamentablemente, una vez que son interpelados para aterrizar las medidas, nos damos cuenta que los anuncios no son tal: ingreso familiar de emergencia, fondo FOGAPE o el real alcance de las medidas económicas que supuestamente cubrirían al 70% más pobre y que finalmente, cubren el 70% del 40% más vulnerable. El bullado plan “Alimentos para Chile”, que consideraba la entrega de dos y medio millones de cajas de alimentos, no era tal. Ya habrá tiempo para que el gobierno explique por qué no se depositó el dinero de forma directa a las personas, propiciando una reactivación del comercio local. Por el contrario, se privilegió la compra al por mayor -mil setecientos millones de pesos- a un amigo personal del presidente, el mismo al que se encargó montar el stand de Chile en la Expo Dubai 2020 y que producto de la pandemia se suspendió, me refiero al empresario del holding SMU, Álvaro Saieh, dueño de supermercados Alvi. La premisa “una por otra” toma cuerpo y genera suspicacias. Las excusas de gobierno, eran evitar que la gente rompiera la cuarentena, un absurdo si consideramos que cada ciudadano tiene derecho a salir por insumos básicos dos veces por semana. Otro argumento era la posibilidad de conseguir mejor precio por volumen de compra, otra mentira, ya que se pagó a treinta y tres mil novecientos noventa pesos por caja y tampoco estaba cubierta su distribución, otro gasto adicional, otro negociado que no consideró la urgencia inmediata de los chilenos.
El ministro de Economía, Lucas Palacios, dejaba en evidencia al gobierno al declarar que debido a la logística implícita en dicha compra, sólo se habían podido adquirir quinientas mil cajas.
Si a ese gran detalle sumamos la cuarentena obligatoria y el hecho que ni siquiera estaba coordinada la entrega de los alimentos, la incertidumbre experimentó un rebrote y las protestas se hicieron notar en las comunas de El Bosque, San Ramón, Puente Alto y La Pintana.
Mientras los matinales hacen eco del descontento y angustia de miles de compatriotas que postergados por décadas y prácticamente olvidados tras el estallido social, vuelven a tomarse las calles: esta vez no hay reivindicaciones sociales de por medio, esta vez el problema es el hambre.
La pandemia exacerbó desigualdades y dejó en evidencia la precariedad del oasis neoliberal: pensiones miserables, salud precarizada, sueldos de subsistencia, el alza constante en el costo de la vida, los millonarios fraudes que involucran a carabineros, militares y un largo etcétera, nos dejan indefensos ante prácticas reñidas con la ética y contrarias al espíritu de libre mercado. Así nos enteramos por televisión de la colusión de farmacias, papel tissue y los pollos, por nombrar algunos.
Cómo olvidar el Estallido Social y la retórica de gobierno declarando la guerra a un enemigo invisible y poderoso al que no dudó en atacar con todo con el fin de quebrar su espíritu. Una primavera marcada por registros lapidarios de lesionados que poco a poco fueron copando las redes sociales: centenares de traumas oculares, tortura, violaciones, daban cuenta de un Estado represivo que rápidamente generó un repudio generalizado.
Hoy bajo la Pandemia Covid-19 nuevamente el gobierno trae a la palestra el mismo lenguaje combativo: el enemigo invisible, poderoso y el compromiso que requiere la unidad de todos para superar la Pandemia, como si el mero discurso fuera suficiente para convocar lealtades fracturadas.
La cúpula política, desacreditada y con amnesia selectiva, parece olvidar el histórico momento y sus justas demandas, enfrascándose en discusiones mezquinas que poco contribuyen a transferir confianza y estabilidad sobre una población abrumada por la incertidumbre y golpeada por la represión. Una vez más los anuncios de gobierno: bono Covid, ingreso familiar de emergencia, los ochenta mil millones de pesos a repartir entre los municipios, ley de protección al empleo, crédito Fogape, alimentos para Chile entre otros, no han logrado generar la tranquilidad deseada y propiciar el cumplimiento de una cuarentena que debió decretarse con antelación.
El problema es que el gobierno no escucha, y a su vez, no duda en pedir confianza y criticar cualquier voz disidente que contradiga las poco acertadas medidas de contención y respuesta ante la pandemia. Para que hablar de las discrepancias entre la presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches y el Ministro de Salud; o el discurso triunfalista de gobierno respecto de su actuar ante la pandemia. En esa misma tónica de cohesión y unidad a la que tanto se apela, como olvidar la dura represión vivida por largos siete meses de estallido social, y para coronar, la foto que el presidente decidió tomarse en Plaza Italia, -traicionado por su narcisismo- aprovechando la primera oportunidad que tuvo para hacer otra de sus “piñericosas”. Pareciera ser el único que olvidó a los cientos de jóvenes que perdieron sus ojos por exigir un país más justo y que fueron cegados por la represión estatal que La Moneda avaló, ¿Cuál era el mensaje detrás del numerito? una incógnita más que no viene al caso abordar.
¿De qué sirvieron las reuniones del presidente con el ministro de salud y su equipo de expertos? ¿No existía evidencia suficiente para actuar de manera preventiva? ¿Acaso no bastaba con cerrar las fronteras y decretar cuarentena forzada a los que retornaban de sus vacaciones? Evidentemente sí, y no era necesario ser un experto en virología, bastaba con remitirse a la experiencia científica mundial y blindar al país cerrando sus fronteras.
En ese marco se programan vocerías de gobierno llamando a la unidad y el respeto a las cuarentenas. Las mismas que Mañalich evitaba decretar y que hoy suponen el sostén de la estrategia sanitaria de gobierno. En el pasado quedaron el “retorno seguro”, “nueva normalidad”, la reapertura de malls, el comercio, la vuelta a clases y la necesidad de reactivar la economía. En dicho contexto, post estallido social, en plena recesión económica, con más de veinte mil pymes a la deriva, más de seis millones de compatriotas con sobre endeudamiento, sin garantías estatales que protejan a los deudores hipotecarios, el diagnóstico no hace más que empeorar. Según el presidente de la Cámara de Comercio, Carlos Soublette, “las cifras de cesantía se elevarán entre un 15% y un 20%, con una caída acumulada del IMACEC de mayo de un 13%”, el panorama no es prometedor.
Qué duda cabe que el sobre endeudamiento será uno de los flagelos contra los que deberemos luchar los próximos meses y probablemente los próximos años, eso si logramos derrotar la pandemia. Este es el largo camino que nos toca recorrer para intentar superar la crisis sanitaria, social y económica, una recesión que ya partió y cuyos efectos están aún por verse.
Paradójicamente y tras las primeras medidas de confinamiento obligatorio, el alza de precios pasó desapercibida. Pensar que el estallido social se detonó por el alza de treinta pesos en el pasaje de Metro. El pánico colectivo -generado por la pseudopandemia del miedo- abarrotó supermercados desatando compras compulsivas y nadie parecía notar que todos los productos estuvieran entre un 100% y 300% más caro. Para que mencionar los productos de higiene y limpieza, donde el alza superó el 500% y 1000% instantáneamente.
En palabras de Hernán Calderón, presidente de CONADECUS, bajo Estado de Catástrofe, el gobierno cuenta con todas las herramientas para establecer la fijación de precios de productos básicos esenciales que impidan el aprovechamiento de inescrupulosos que lucran con la desgracia colectiva. “Lo que hace falta es que el gobierno se ponga los pantalones y fije una banda de precios que frene en seco dichas conductas”.
En la otra vereda, Lucas Palacios, Ministro de Economía plantea todo lo contrario: “nosotros consideramos que es contraproducente el fijar precios. Eventualmente podría generar un quiebre de stock y un mercado negro que no garantiza las condiciones de abastecimiento”.¿Cómo es posible que el gobierno no pueda tomar las riendas y rayar la cancha? Aquí ha faltado carácter y voluntad presidencial para llamar a cuadrarse a todos los actores preponderantes de la escena nacional. Buen ejemplo de ello es la Banca, que está trabando la entrega de créditos con aval del Estado, ¿otro traspié político? ¿Qué pasará entonces con la economía de miles de pymes y personas naturales que ya se veían afectados desde el estallido social? ¿Qué pasará con los deudores hipotecarios? No olvidemos que para la crisis financiera de 1982 el Estado salvó a la Banca, mientras que miles de compatriotas sufrieron la pérdida de sus hogares.
El futuro que se avecina es lúgubre, precario e incierto, muchos querrán sacar provecho de esto, las “ratas oportunistas” y los especuladores de siempre: supermercados, farmacias, narcotrafincantes, empresarios, políticos y gobierno. Por otro lado, la solidaridad característica del pueblo chileno regala una pequeña luz de esperanza a poblaciones enteras que gracias al fortalecimiento de las organizaciones sociales y el regreso de las míticas ollas comunes, alimentan la esperanza y la barriga de miles de compatriotas de los rincones en los que la ayuda del gobierno no llega. Ahí donde las papas queman y es costumbre que sólo el pueblo ayude al pueblo.
Un claro ejemplo de aquello fueron los mil quinientos kilos de reineta que Caleta Lebu donó a la comuna de El Bosque y La Pintana en momentos que no había que comer.
Las circunstancias actuales, requieren un compromiso potente a nivel país que resuelva las falencias del sistema y atienda las justas demandas del estallido social. Es necesario resetear el disco duro de Chile y que se termine con los privilegios consagrados en dictadura.
Chile es un paciente crítico y requiere atención UCI, ya no hay margen para errores, el momento es ahora o nunca. La crisis económico-sanitaria nos tiene agonizando, pero puede ser el punto de inflexión, una oportunidad que nadie sospechó. La pobreza y hacinamiento no son temas nuevos Ministro Mañalich, siempre estuvieron ahí, solapadas en cuotas mensuales con intereses usureros y aunque todavía estamos a la espera de un tratamiento que nos vuelva a la vida, tenemos que aprovechar el momento crítico para refundar las bases de una sociedad renovada, justa y digna para todos.