Columna de Opinión de Sergio Arancibia, publicada en la edición digital diario El Clarín de Chile.
El sistema previsional chileno es una de las instituciones más desprestigiada que existen en el Chile de hoy. Existe ya la idea consolidad de que el sistema no sirve para lo que se supone debe servir, que es asegurar pensiones dignas a todos los chilenos al momento de jubilar.
Prueba de ello es el hecho de que en el año 2008 el Sistema de Pensiones, administrado por las AFP, tuvo que ser objeto de una modificación importante. Se creó el llamado Pilar Solidario, que permitió a partir de ese momento, que el Estado se hiciera cargo de las pensiones de quienes llegaban a la edad de jubilar – o que estaban en situación de invalidez – y que no estaban cubiertos para nada por el sistema de las AFP. Estaban totalmente fuera del sistema.
También el Pilar Solidario se hizo cargo, desde el 2008, de los que tenían fondos acumulados dentro del sistema tan bajos, que recibían una pensión tan pequeña que ameritaba que fuera complementada por el Estado. Hoy en día, ambas patas del Pilar Solidario suman 1.481.000 pensionados. Casi un millón y medio de personas que reciben una pensión de miseria, que tienen que ser costeada por el Estado. Si todo se hubiera dejado tal como era hasta el 2008, la situación sería más dramática todavía. Y los que reciben pensiones que no son beneficiadas por el Pilar Solidario reciben también hoy en día pensiones bajísimas. Nadie en su sano juicio puede decir que el sistema previsional chileno está cumpliendo con el objetivo de proporcionar pensiones dignas a los chilenos que llegan a edad de jubilarse.
¿Como cambiar este sistema? Aún cuando el diagnóstico sobre lo mal que funciona el sistema de las AFP es casi unánime y universal, las propuestas sobre cómo y cuándo modificar todo aquello no son tan unánimes.
Respecto a las opciones de cambio, la idea predominante parece ser caminar hacia un sistema mixto, entendiendo por ello un sistema en el cual existirían, paralelamente, un sistema de capitalización individual, administrado por empresas públicas o privadas, no solo por las actuales AFP, y un sistema solidario administrado por el Estado.
El sistema solidario se financiaría con aportes de los empresarios y del Estado, es decir por aportes nuevos, inexistentes hoy en día, que permitirían asegurar una pensión básica universal, que sería igual o cercana al salario mínimo. Ningún chileno, que llegue a los 65 años, en el caso los hombres, o a los 60 años en el caso de las mujeres, recibiría menos que eso, cualquiera que sea su ahorro previo, los años que lleva trabajando, o los años que lleva cotizando. Los aportes del empresariado y del Gobierno, en conjunto arrojarían un volumen de ingresos mayor que lo que cotizan hoy en día los trabajadores. Hoy en día los trabajadores cotizan el 10 % de su ingreso y nadie más cotiza, aun cuando el Estado financia el Pilar Solidario.
Las AFP no se eliminarían – por ello el sistema se denomina mixto – pero administraría básicamente ahorros voluntarios de los trabajadores, no un ahorro obligatorio como hoy. Ese ahorro voluntario permitiría un monto adicional de jubilación a quienes deseen y hagan el esfuerzo de ahorrar. Siendo ese ahorro voluntario, se puede dejar hasta el final para complementar la pensión que asegure el Estado, o puede retirase total o parcialmente en otros momentos en que el dueño lo estime conveniente.
El otro gran problema es cuando dar la batalla para lograr cambios de esta naturaleza, u otros parecidos. Una posibilidad es esperar la reforma constitucional, que tendrá su primera campanada de inicio en noviembre próximo. La otra posibilidad es intentar los cambios al interior de la reforma previsional que ha presentado el Gobierno, que está en discusión en el Parlamento, y que mantiene lo esencial del sistema de las AFP pero introduce cambios en los aportes al Pilar Solidario. Se trata, por lo tanto, de una reforma que traería beneficios inmediatos para ciertos sectores de la población, pero corre el riesgo entenderse como un rayado de cancha definitivo para que esa sea la reforma que la oposición acuerde hoy y mañana. Una tercera línea de ataque es intentar en el Parlamento una reforma definitiva y de fondo del sistema previsional chileno, con independencia de la propuesta del Gobierno, para lo cual ya un grupo de senadores de oposición han presentado un proyecto que recorre lentamente su tramitación parlamentaria.
Faltan juicios sobre la transición de un sistema a otro, y necesarias decisiones tributarias y administrativas pero, en todo caso, la discusión está abierta y de ella depende la mantención o el cambio de una viga maestra del sistema que hemos heredado de la dictadura.