Por: Manuel Baquedano M. Sociólogo de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Fundador del Instituto de Ecología Política. Socio de Conadecus.
¿Se pueden combinar las vacaciones con actividades de aprendizaje para la sobrevivencia? Creo que sí. Las vacaciones y los días libres pueden ser placenteros y al mismo tiempo enfocarse en aprender habilidades y prácticas que nos permitan desenvolvernos de manera más armoniosa y respetuosa con la naturaleza.
Según la Organización Mundial del Turismo, lo que llamamos “turismo” es un fenómeno social, cultural y económico que supone el desplazamiento de personas a países o lugares fuera de su entorno habitual por motivos personales, profesionales o de negocios. Por otra parte, la sobrevivencia es un estado al que se llega en la vida de manera involuntaria y generalmente de improviso. En estado de sobrevivencia, quienes cuenten con una preparación adecuada, podrán superar situaciones desconocidas, por ejemplo, aquellas que serán cada vez más frecuentes debido a la crisis climática. Como he mencionado en otras columnas, la crisis climática podría llevarnos a la extinción como especie debido a la falta de gobernancia y a la inacción que demuestran las élites que gobiernan el mundo.
De continuar así, la sobrevivencia dependerá en gran medida de nosotros mismos y de nuestras comunidades. Por esta razón, insisto en que debemos prepararnos para enfrentarla.
Si bien el turismo de sobrevivencia podría enmarcarse en lo que se denomina Turismo de Intereses Especiales -lo que es realmente- también podría plantearse una propuesta distinta. Este tipo de turismo podría involucrar actividades que incluyan un período de vida en condiciones de sobrevivencia, de manera voluntaria y por un tiempo determinado. Dentro de estas iniciativas, las personas deberían tener conocimiento previo de hacia dónde se dirigen, cómo van a regresar, la duración de su estancia y los lugares donde serán recibidos.
Aunque estas actividades pueden complementarse, es importante diferenciar entre sobrevivencia y supervivencia. La primera responde a una situación involuntaria para quienes la practican mientras que la supervivencia es una actividad voluntaria que perfectamente se puede programar.
En la actualidad, la crisis climática tiene todas las características de un proceso que está fuera del control humano. Esto se debe en gran parte a que no se considera un tema prioritario. El Acuerdo de París, el más ambicioso realizado a nivel internacional, fracasó en sus dos objetivos principales: detener el calentamiento global en 1,5 grados antes del año 2030 y limitarlo en dos grados para 2100. Lo cierto es que, por la dirección que lleva la crisis climática, los 1,5 grados se alcanzarán entre el año 2026 y 2027 y los dos grados en la década del 2040.
Tenemos muy poco tiempo para prepararnos para enfrentar, desde la adaptación profunda, las nuevas condiciones climáticas. En poco tiempo más, la situación se irá agravado por la presencia de El Niño, una corriente cálida de los océanos que nos podría traer más lluvia, pero también mucho más calor.
La disminución de las horas de trabajo (a 40 horas semanales) podría crear las condiciones para que nuestra población se capacite para enfrentar la crisis climática tanto en sus aspectos de mitigación como de adaptación profunda. Sin embargo, nadie habla de este punto.
En su gran mayoría, las personas conocen la gravedad de la crisis climática. Lo que sucede es que voluntariamente no quieren saber más sobre ella ni están dispuestas a invertir tiempo en prepararse para enfrentarla y sobrevivir. Para cambiar esta actitud de la población en general, es necesario conjugar actividades de ocio con otras de aprendizaje. Si las personas pudieran desarrollar actividades que tuvieran en cuenta el ocio y el placer y al mismo tiempo, lecciones de vida al aire libre, podrían aprender distintas habilidades de sobrevivencia. Por ejemplo, podrían volver a dominar habilidades que el “progreso” y la obsolescencia programada han dejado como obsoletas como hacer fuego, filtrar agua para hacerla potable, montar a caballo, cocinar alimentos con productos locales, construir en barro, aprender sobre nudos, entre otras cuestiones. Creo que pueden armonizarse perfectamente las actividades de ocio, conocimiento y disfrute de la naturaleza con actividades que permitan desenvolvernos de forma responsable en ella. Esta es la apuesta que podría hacerse desde el “turismo de sobrevivencia”.