Opinión | 18 Mayo 2023

Su ecología y la nuestra

Por: Manuel Baquedano M. Sociólogo de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Fundador del Instituto de Ecología Política. Socio de Conadecus

El título de este artículo pertenece a mi fallecido maestro André Gorz, quien diferenciaba su visión de la ecología –una centrada en el mantenimiento de la autonomía, la libertad y la responsabilidad de los individuos- de la apropiación de la ecología realizada por los grupos financieros y comunicacionales dominantes en Occidente.

Hoy en día, como dice Gorz, evocar la ecología se ha banalizado: “Es como hablar del sufragio universal y del reposo del domingo”. Pero no siempre ha sido así. Al principio, los partidarios del orden establecido y los partidarios del Estado nos trataban de la peor manera. Decían que lo que postulábamos era volver a las cavernas, que deseábamos la ruina de la sociedad, que éramos oscurantistas, alarmistas, pesimistas, fatalistas; en fin, que éramos agoreros de un mundo peor cuando, en realidad, el progreso, el divino progreso, nos estaba llevando a un mundo mucho mejor.

En este rincón del planeta, la política se ha circunscrito a corregir ciertos aspectos del modelo sin cuestionarlo ni mucho menos intentar cambiarlo. Tal como lo estamos viendo en la actualidad y, como señaló Michael Lind, “Las llamadas ´izquierdas´, ´derechas´ y ´centros´ son facciones de una misma élite”.

Estas élites no consideran que la naturaleza tiene sus límites y que reacciona cuando se los traspasa. Hoy somos espectadores de este proceso. Podemos observar cómo la naturaleza inició la búsqueda de un nuevo equilibrio. Según James E. Hansen, uno de los más respetados científicos (el “padre” de los científicos climáticos) y ex jefe encargado del clima en la NASA, el nuevo equilibrio de la naturaleza será en unos diez grados más de temperatura… Saquen ustedes las conclusiones de estas predicciones, las que van ganando credibilidad y popularidad entre los científicos y las personas vinculadas a temas climáticos.

A partir de esta situación se ha producido un segundo momento en el discurso ecológico. Dado que el deterioro de la naturaleza y la crisis climática ya no pueden ocultarse, comienza a recuperarse el discurso ambiental y se aísla a los que colocan a la naturaleza por encima de los negocios y a todos aquellos que se consideran fundamentalistas o extremistas verdes, los que estarían en contra del progreso. De esta forma, en el último tiempo, han surgido y se difunden en los medios de comunicación conceptos tan raros y contradictorios como “minería sustentable”, “plástico verde”, “moda sustentable”, “crecimiento verde”, entre otros. Todas estas denominaciones apuntan a legitimar el llamado a seguir creciendo en lo económico más allá de los límites de la naturaleza.

El problema es que estos conceptos, que son parte de la visión dominante, también han perdido credibilidad pues no pueden mostrar una mejoría en el medioambiente de los territorios en que se desarrollan. Me refiero a mejoras que se perciben como reales y no sólo como promesas. Esto es lo que ha producido una mayor confusión que conduce al peor de los escenarios: a la inacción climática y ecológica. Las acciones de defensa del medioambiente hoy se limitan a tratar de plantar árboles, a consumir de forma consciente y algunas cuestiones más; todas conductas individuales, cuando la gran causa de la crisis climática está en las industrias contaminantes y en el modo de producción.

Desde la formulación de la política para detener la crisis climática en la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro en 1992, en donde se puso como meta detener el calentamiento global en 1,5 grados sobre lo normal para el 2030 y en dos grados para antes del 2100, estas metas se han transformado en inalcanzables y utópicas. Las emisiones de CO2, principal causa del calentamiento global, no han dejado de crecer. Y lo mismo sucede con la temperatura que este año alcanzará un nuevo récord.

El 22 de abril se celebró el Día de la Tierra. Este día alguna vez fue una fuente de inspiración para todos los que luchamos por la integridad de la naturaleza. Sin embargo, hoy no tenemos nada para celebrar porque todo está cada vez más deteriorado y contaminado. Esto nos demuestra que si el esfuerzo individual no va acompañado de reformas estructurales en la sociedad no vamos a poder solucionar la crisis climática y la pérdida de la biodiversidad.

Vivimos el año de la hiperamenaza. Por un lado, nos amenaza una guerra que enfrenta a las dos principales potencias nucleares y que ha reducido casi a cero la gobernanza de los problemas globales como los derivados del clima y la destrucción ecológica, la pobreza y el hambre en el mundo. Y, por otro lado, nos amenaza la crisis climática que empeora día tras día.

¿Entonces a quién debemos creerle? A la promesa de un desarrollo sustentable, verde o como quiera denominarse, basado en el disfrute del crecimiento económico (que nunca llega) para todos los seres humanos o a aquellos que, basándose en la ciencia climática, son partidarios de cambios radicales en lo económico, cultural y social para asegurar la sobrevivencia de la especie humana (y vivir mejor con menos).

Si continuamos por este camino impuesto por las élites dominantes, lo cierto es que avanzamos hacia la extinción. Digamos la verdad de una vez por todas: el planeta no está en peligro. Se recuperará de este evento catastrófico como lo ha hecho desde hace 1.300 millones de años. Los que estamos realmente en peligro de extinción somos nosotros, los seres humanos, que no queremos admitir que nuestra civilización industrial mantenida por las energías fósiles se agotó y que los intereses económicos no la dejan morir ni transitar hacia una nueva civilización donde vivamos en paz con la naturaleza.

Los efectos de la crisis climática ya no pueden enfrentarse con puras medidas paliativas, que sean mitigadoras de las alteraciones de nuestro entorno. Al contrario, tenemos que adaptarnos profundamente para sobrevivir, alejarnos del camino de la extinción y construir uno que abra paso a una nueva civilización. ¿Cuál es el camino que queremos tomar? Dejemos que los hechos nos juzguen y seamos capaces de aceptar su veredicto.

 

Por: Manuel Baquedano M. Sociólogo de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Fundador del Instituto de Ecología Política. Socio de Conadecus

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