Cuando hablamos de la economía del cuidado nos referimos a las personas que preparan alimentos, hacen la limpieza, cuidan a niños, ancianos o enfermos y mantienen al día los hogares, todas tareas indispensables para concebir el mundo funcionando.
Históricamente estas tareas han sido delegadas en la mujer, un aspecto negativo de la sociedad humana, en que se ha invisibilizado, desvalorado y forzado durante el desarrollo de nuestra especie.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Cepal afirma que “El sistema capitalista se sostiene en el tiempo de las mujeres como recurso implícito para la reproducción de la fuerza de trabajo, del capital y de la sociedad en su conjunto”.
De esta manera, es importante tener presente que el mundo, tal cual lo conocemos, funciona porque las mujeres cuidan, ya sea a enfermos, hijos, esposos, ancianos, la casa o al planeta. La pieza que falta, es que pocas tienen el tiempo de cuidarse a ellas mismas.
En promedio, basándose en los países sobre los que hay datos, la Cepal estima que las mujeres dedican entre 22 y 42 horas semanales a las actividades de trabajo doméstico y de cuidado, lo que implica una carga de hasta tres veces más que la de los hombres.
Además, mientras aproximadamente un 60% de las mujeres que vive en un hogar donde hay niños y niñas menores de 15 años declara que no participa en el mercado laboral porque ya tiene una carga suficiente al atender las responsabilidades familiares, en hogares sin presencia niños y niñas la cifra se ubica en solo el 18%.
Sin duda un pilar importante que discutir al momento de buscar la reducción de las brechas de género, en que la distribución equitativa del cuidado doméstico comenzará a tomar protagonismo en la composición de los hogares del futuro.